Saturday, October 18, 2008

POR LA LEGALIZACIÓN

El capitalismo naufraga por sus hipotecas basura. El capitalismo terminará tarde que temprano por su carencia de hipótesis satisfactorias. Ahora bien, la vida concreta no es hipotética y existen acciones correctas y accesibles que todavía se pueden hacer para atemperarla, redirigirla y volver a intervenir en ella, en la vida diaria y nacional, ahora que parece suceder por su exclusiva y soberana cuenta.
En estos días, entre otras luchas vigentes para controlar las plazas públicas, se viene dando una desigual batalla en la antes apacible Lagos de Moreno, pequeña ciudad situada en el estratégico centro del país, lugar de paso y conexión, lugar de rutas narcas. Hace una semana, un grupo descrito como integrante de Los Zetas atacó paramilitarmente a unos agentes policiacos que habían detenido un auto sospechoso en una gasolinera a la salida del pueblo. Su acción de fuego en abanico resultó mortífera: centenas de tiros de alto poder, ocho o nueve granadas arrojadas, cinco muertos, y la no explosión de la gasolinera sólo porque Dios es grande y a veces anda por aquí.
Ayer fue desalojada la presidencia municipal debido a una amenaza de bomba y los rumores candentes corrieron en el pueblo chismoso: que si en tal lado sucedería un ataque, que si en aquel otro ya habría ocurrido. Están operando, pues, los símbolos del terror público que todo esto quiere inducir en el imaginario de la gente: inermidad, imposición violenta, colapso de la protección ciudadana que le da sentido profundo y razón de ser al Estado, miedo.
Es obvio que la batalla contra el narco nunca va a ser ganada como se está disputando actualmente. El ejemplo de la prohibición del alcohol lo confirma, lo mismo que la lección insuperable de su legalización. Todas las drogas deben ser legalizadas y su producción, acceso y consumo deben supervisarse por el gobierno. La erradicación de las drogas es imposible, como lo muestran la historia humana más arcaica y la química cerebral más reciente, entonces solamente puede ordenarse su existencia y descriminalizarlas mediante controles públicos.
Por dicha razón evidente (aunque tal es uno de los problemas de la época: las evidencias no cuentan, no significan), es acertada la propuesta del perredista Víctor Hugo Círigo, miembro dirigente de la Asamblea del D.F., para despenalizar la posesión mínima, el consumo controlado y la tenencia privada de plantas de mariguana.
Para su prohibición por el Congreso norteamericano y su consideración como droga ilegal no contaron argumentos científicos ni médicos, sino económicos y políticos, pero en los pocos lugares civilizados donde existe la legalización de la mariguana, como Holanda, se ha probado que los índices de consumo no aumentan sino que se estabilizan. Lo que desaparece, en cambio, es la criminalidad vinculada a la prohibición de ese alcaloide, una droga, y no de las más dañinas, entre tantas legítimas e ilegítimas que nos rodean: heroína, televisión, barbitúricos, tranquilizantes, alcohol, cafeína, carbohidratos, cristal, tabaco, internet, emociones, etcétera.
Las salas limpias noruegas que reciben heroinómanos para que se administren a sí mismos la droga en un espacio protegido y supervisado son el único modelo posible para cambiar la doble y destructiva acción pública acerca de las drogas, y alcanzar así un sistema práctico y formal donde el biopoder del Estado legitime la autoadministración personal de las adicciones prohibidas.
Los recursos monetarios y humanos que tal política estatal libere podrían ser usados en la prevención masiva de las adicciones y en el reforzamiento de la economía. La espantosa y sangrienta pedagogía del narcoterrorismo quedaría extirpada de raíz, el Estado dejaría de ser desestabilizado, el tejido social podría restituirse y un inmenso caudal de energía común sería empleable para mejores fines. De ahí que aquellos argumentos que condenan la legalización de las drogas parezcan obedecer o bien a un interés inconfeso para mantener lo que ocurre, o bien a un criterio moral equivocado en el cual subyace la omisión jurídica del derecho de cada sujeto para autoadministrar sus adicciones mientras al hacerlo no atente contra el derecho de ningún tercero.
La visión positiva afirma que todo vendrá como fruto de la desesperación: las drogas al fin serán legalizadas y la brutal guerra terminará. Pero la visión escéptica y conspirativa cree que las drogas son uno más de aquellos espacios tardomodernos que desde hace tiempo están intervenidos por poderes fácticos a los cuales interesa su permanente inestabilidad. En dicha estructura son los capos y sus sicarios quienes matan, pero resultan ser otros, agencias de inteligencia, policías, políticos y circuitos financieros, que a su vez actúan como subordinados de otros más, los verdaderos y desconocidos amos del mundo, los responsables que mandan secuestrar, esclavizar, matar.
Si el Estado actual quiere seguir existiendo como fuerza hegemónica debe modificar radicalmente su política contra las drogas. La propuesta del diputado Víctor Hugo Círigo es un primer paso para la salvación nacional. Y si no, doble contra sencillo: esta guerra ya se perdió. ¿Qué sigue: la rendición? ¿El exterminio del contrario que está mejor armado? ¿Un narcoestado? ¿La suspensión de garantías? Principio de razón suficiente: has siempre lo que puedas hacer. Iniciar la legalización de las drogas es posible. Acordémonos del alcohol. El mundo lo ha resistido, así resistirá las otras drogas también.

Fernando Solana Olivares

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