Thursday, February 19, 2009

ESTA AZUL MAÑANA

Nosotros no buscamos los libros, ellos nos salen al paso. Esos volúmenes inesperados, conmovedores, sorprendentes. O epifánicos: los encuentros casuales que entrañan citas largo tiempo postergadas. Eden Phillpots escribió alguna vez sobre la existencia de una hora que descubierta oportunamente bastaría para hacernos felices toda la vida. Es posible que el escritor inglés quisiera decir libro en lugar de hora, porque nosotros, los tardomodernos hijos de este momento viacrúcico, estamos impuestos (condenados, afirma con más precisión Mircea Eliade) a recibir la revelación mediante un libro.
Así sucedió aquel día que iba transcurriendo indiferente, mientras revisaba con cierta molicie los idénticos anaqueles metálicos de la biblioteca universitaria. De pronto, un pequeño volumen de lomo delgado y pastas azules me obligó a sacarlo del estrechamiento que lo ahogaba entre textos más voluminosos. Me obligó, digo, o me convenció de tal impulso irreflexivo y mecánico, pues nada había en él que llamara visiblemente la atención. Así, llamó mi atención de un modo invisible. Y lo abrí y comencé a leerlo y no lo cerré hasta terminarlo. El día, entonces, quedó transfigurado. Unas cuantas líneas que garabateé en mi libreta fueron el primer resumen que me dejó su poderosa embriaguez: “Necesidad revelativa: todo comienza ahora, cuando creo entender. Leo el ensayo de Ocupación y entiendo. Esto comienza, la puerta se abre y la puerta se cierra. (...) Vida loca, vida fuerte. Algo aparece, no sé qué es”.
Era ese libro que hasta entonces reposaba inerte esperando mi llegada, era ese autor, esa historia, esa publicación: Domme o el ensayo de Ocupación de Francois Augiéras (Sextopiso editorial, México, 2006, en impecable, bella traducción de Rodrigo Rey Rosa), acaso lo más incandescente, lo más luminoso que en meses o años me hubiera sido dado para leer, pues yo era el sujeto al cual estaban destinados sus símbolos y sus palabras ---como lo sería, asumo, cualquiera que abra sus páginas y salga de sí para sumergirse en ellas y obtener el notable viático de sus significados---.
Jean Chalon, albacea literario de la obra, en el prólogo del libro, “Francois Augierás, médium, sospechoso, precursor”, relata esta historia tan comprensible como inesperada: “Al publicarse Domme o el ensayo de Ocupación, Francois Augierás debió alcanzar la gloria póstuma que, de manera absurda, suponemos que es la recompensa reservada a los escritores poco conocidos, rechazados por su época. Como él mismo lo decía, Augierás se había adelantado a su tiempo. Y le costó caro: el rechazo de Domme por parte de varios editores (...). Y sufrió por ello. Un año antes de su muerte, en diciembre de 1971, en el hospicio donde se refugió después de una vida de aventuras, de catástrofes y exaltaciones múltiples, Augierás se preguntaba aún por qué Domme había sido un fracaso, y me escribía: ‘¿Ha caído en verdad una maldición sobre este libro? A mí me parece que es el más legible de mis textos, el más claro, el mejor construido...’. No se engañaba. En efecto, Domme es lo más legible, lo más claro, lo mejor construido de toda su obra. Es, según creo, su obra maestra, una obra maestra peligrosa, cuyo poder seductor, cuyas enseñanzas e ideas nos llevan más lejos de lo que pudimos atrevernos a esperar. (...) Para persuadir a cualquiera, bastaría con hacerle leer inmediatamente, en la presente edición, por fin completa, desde el ante penúltimo párrafo de la página 114 hasta la página 119. Después de leer, uno comprende, admira. No podría ser de otra manera. La llegada de la era de Acuario, esta mutación que vivimos ahora, no ha sido expresada nunca con tanta claridad como en esta vehemente profesión de fe en ‘el hombre verdadero del plan divino’. En las tinieblas de su cueva en Domme, Francois Augiéras había recibido su porción de luz, y pudo brillar a su vez como un faro subterráneo, como un sol secreto...”.
Doctrina de la aparición simultánea o vías cuánticas para curarnos de la enfermedad epocal: el sistema mundo se derrumba y simultáneamente surgen los nuevos discursos orgánicos, la nueva literatura de su transformación, cuya ideología ya no es tal pues no proviene de esta cultura terminal ni de sus credos materialistas decadentes o de sus religiones estériles. De ahí que, atribulado por esa invisibilización editorial y crítica a la que su obra fue sometida, por ese juicio tan unánime ---“no existe unanimidad más perfecta que la del silencio”, aseveraba Italo Svevo, otro gran autor ignorado por los mediocres mandarines literarios de su época---, Augiéras tenga que decir sobre sí mismo y su obra lo que debió escuchar de los demás: “Se trata de una contestación agresiva, que va más allá de la contestación; pues inventa otro mundo, otro arte, una música y una civilización desconocidas”. No es decir metafóricamente lo otro de lo mismo; es hacer literalmente lo otro de lo otro.
Su ensayo de ocupación territorial, sus técnicas arcaicas y por ello tan avanzadas para abrir paso a aquello diferenciado que va surgiendo entre la niebla y la desesperanza de esta época última, tales empeños propios del presente del futuro son sintetizados por Augiéras de un modo indeleble: “Llevo una vida divina. Veo a Krishna todos los días, y converso con él”.
¿Algo más debe argumentarse? Sólo leerlo, o reproducirlo aquí completo, porque glosarlo, ¿para qué? Esta azul mañana cuando en las líneas de un libro llega la revelación. Francois Augiéras, el adelantado, a quien nadie se acercó a preguntarle nada. “Qué me importa”, escribió él.

Fernando Solana Olivares

1 Comments:

Blogger Adrián González said...

Hola Fernando! Maestro!

Gracias por su pedacito de alimento, en esta epoca de carestia!

Espero verlo nuevamente, para seguir aprendiendo!


Adrian

1:34 PM  

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