Friday, May 22, 2009

DOCSHOCK / II

El capitalismo salvaje o del desastre que hoy arrasa las economías y las sociedades de todo el planeta, predica y pone en práctica lo que Naomi Klein define como una trinidad política: “la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas y un gasto social prácticamente nulo”. Así, en todos los países en que se han aplicado las recetas económicas de la Escuela de Chicago desde hace más de tres décadas a la fecha ---los cuales son prácticamente todos, aunque existan entre ellos grados y matices---, surgen alianzas entre unas cuantas empresas multinacionales y una clase política compuesta por miembros inmensamente enriquecidos, “una combinación que acumula un inmenso poder”: los “oligarcas” rusos, los “príncipes” chinos, los “pirañas” chilenos, los “maharajas” mexicanos, etcétera.
Un sistema que elimina los límites entre el gobierno y el sector empresarial debe definirse, según Klein, no como liberal, conservador o capitalista, sino como corporativista. “Sus principales características ---escribe--- consisten en una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada, a menudo acompañada de un creciente endeudamiento; en el incremento de las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables. (...) Para los que permanecen dentro de la burbuja de extrema riqueza que este sistema crea, no existe una forma de organizar la sociedad que otorgue más beneficios. Pero dadas las obvias desventajas que se derivan para la gran mayoría de la población que está excluida de los beneficios de la burbuja, una de las características del Estado corporativista es que suele incluir un sistema de vigilancia agresiva (de nuevo, organizado mediante acuerdos y contratos entre el gobierno y las grandes empresas), encarcelamientos en masa, reducción de las libertades civiles y a menudo, aunque no siempre, tortura.”
Desde Chile hasta Irak, conforme muestra documentadamente Naomi Klein, tanto la tortura como la cancelación de las libertades civiles ---perpetradas a veces con total descaro y otras con barnices “democráticos”--- han sido componentes esenciales de “la cruzada por la libertad de mercado global.” Y dos tipos de shock, uno individual y otro colectivo, concurren en este guión demoniaco que ideológicamente siempre se exhibe como opuesto a lo que de verdad entraña y significa. El primero proviene de lo que Klein llama “el laboratorio de la tortura”, un método perfeccionado por la CIA a partir de experimentos clandestinos con electroshocks y otras técnicas especiales de interrogatorio, descrito por la misma agencia en uno de sus manuales operativos como “un intervalo (...) de animación suspendida, una especie de shock o parálisis psicológica”, provocado mediante “una experiencia traumática (...) que hace estallar, por así decirlo, el mundo que al individuo le es familiar, así como su misma imagen dentro de ese mundo.” Y el segundo shock, el colectivo, reproduce tal proceso “paso a paso, en su intento de lograr a escala masiva lo que la tortura obtiene de un individuo en la sala de interrogatorios”: quebrar para millones de personas “el mundo que les era familiar” en mil pedazos.
De tal manera funciona la doctrina del shock: “el desastre original ---llámese golpe, ataque terrorista, colapso del mercado, guerra, tsunami o huracán (o epidemia súbita, decimos nosotros)--- lleva a la población de un país a un estado de shock colectivo. Las bombas, los estallidos de terror, los vientos ululantes preparan el terreno para quebrar la voluntad de las sociedades tanto como la música a toda potencia y las lluvias de golpes someten a los prisioneros en sus celdas. Lo mismo que el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza”.
Esta orgía de la automutilación, como la describió en su momento The Economist, comenzó formalmente en Chile el 11 de septiembre de 1973 mediante el golpe de Estado de Pinochet a Allende y el gobierno económico, pero también político y social, de la Escuela de Chicago y su siniestro mentor, Milton Friedman, el auténtico doctor Shock, como lo llama Naomi Klein (“Las teorías de Milton Friedman le dieron el Premio Nobel; a Chile le dieron el general Pinochet”: Eduardo Galeano). Si bien ya se habían realizado experimentos similares, aunque no tan drásticos, en Brasil e Indonesia, fue precisamente en Chile donde surgió el avance de lo que sería el futuro de la economía global en el planeta: “una burbuja urbana de especulación frenética y contabilidad dudosa que generaba enormes beneficios y un frenético consumismo, rodeada por fábricas fantasmagóricas e infraestructura en desintegración de un pasado de desarrollo; aproximadamente la mitad de la población excluida completamente de la economía; corrupción y amiguismo fuera de control; aniquilación de las empresas públicas grandes y medianas; un enorme trasvase de riqueza del sector público al privado, seguido de un enorme trasvase de deudas privadas a manos públicas”.
En suma, los “milagros económicos” en curso, o como diría George Orwell citado por Klein, la política de exprimir a la gente hasta la saciedad para llenarla después de la esencia de sus explotadores. O como escribiría Viviane Forrester, la lucha más insidiosa, más eficaz y más intensa de nuestra época, la lucha contra el pensamiento distinto, contra la capacidad colectiva de pensar y así hacer del mundo otra posibilidad.

Fernando Solana Olivares

1 Comments:

Blogger verosdes said...

Hola hola

rápidamente para preguntarte cuándo sale el siguiente número de Huso Crítico.

qué gusto encontrar tu blog,lo leeré en un tiempito libre que tenga a la brevedad posible



cheers¡

2:11 PM  

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