Friday, November 06, 2009

ANDRÓMEDA CERCA

Me pregunto si de verdad existe la intemperie, y creo que no, porque a fin de cuentas ---experiencia de la edad, el tiempo, las circunstancias--- parecería que los sujetos descansan en algo que va más allá de ellos mismos: la Divina Providencia, el orden dentro del ruido, el azar milagroso o los efectos cuánticos de la materia que ocurren en el orden subatómico. O todo ello a la vez.
Miro las cosas que me rodean, estos objetos, cada uno de ellos vinculado a un recuerdo, a una emoción. Contemplo el lago de la memoria. Me invade un sentimiento de extrañeza pero lo acepto: el mundo es más misterioso de lo que imaginamos, más de lo que podemos imaginar.
Suelo pensar en la multidimensionalidad y lo hago ahora. Vicios de la mente, trampas de la costumbre, rutinas del recuerdo. Digamos que es una persistente voluntad de figuración la que me ocupa: explorar la idea de los espejos y las multiplicaciones, el espacio mismo que contiene otros espacios que no se pueden ver, como si fueran cajas chinas invisibles.
¿Sirve de algo cavilar en tan intangibles cuestiones? Sí, cómo no, según confirma un texto electrónico sobre el libro estrella del New York Times, Tiempo fractal del científico Gregg Braden, quien afirma que el solsticio de invierno de 2012 no representa el fin del mundo sino el de una era cuyo ciclo de tiempo abarca 5,125 años.
Entrevistado por Laurie Nadel, Braden señala que en dicha fecha el planeta recibirá “un disparo en línea recta, lineal, sin obstrucciones ocasionadas por cualquier otro planeta u otro cuerpo en el sistema solar”, teniendo acceso pleno entonces a la poderosa fuente de energía magnética que es emitida desde el centro de nuestra Vía Láctea.
No hay evidencia científica de que los polos se invertirán entonces y que tres días de oscuridad cegarán al planeta. Lo que ocurrirá ya está ocurriendo: terremotos, tsunamis, lluvias torrenciales, sequías extremas. “Los registros geológicos muestran que los cambios son intensos, absolutamente intensos, pero que son de corta duración”, asegura el autor.
Y advierte acerca de la muy posible repetición del error cometido en el 3114 a. C., la última fecha donde ocurrió una alineación cósmica similar: la feroz lucha entre las naciones de entonces por los recursos vueltos escasos que llevó al colapso a sus civilizaciones.
La única opción existente, la única esperanza que Braden contempla es lo que él llama “coherencia”: cuando muchos se reúnen y producen una emoción común basada en el corazón, ya sea gratitud, aprecio, generosidad o cuidado. Esto genera un campo magnético dentro de los cuerpos que comparten dicha emoción, los cuales son parte del campo magnético de la Tierra que así participa en tal modificación.
“El campo magnético de la Tierra ---dice Braden--- se eleva, cae y regula todo, desde el clima, las capas de hielo, los niveles del mar. Este campo une toda la vida, desde una brizna de pasto hasta una hormiga, desde una carpa a un pez de colores, desde un ratón a nosotros. (...) La coherencia puede ser medida. Mide 0.10 hertz de frecuencia. Esa es la medida de la coherencia creada entre el corazón y el cerebro”.
El origen de todo esto comenzó cuando durante el 11-S los científicos notaron que ciertos satélites reportaban cambios en el campo magnético de la Tierra, mientras millones de seres humanos estaban emocionados y conmovidos por los atentados al World Trade Center. Una parte de los científicos afirmó que no existía conexión alguna entre la modificación del campo magnético planetario y la profunda emoción común.
Braden habla de lo contrario: sostiene la existencia de un vínculo directo y operativo entre el desarrollo de la coherencia ---“una manera de estar en nuestros corazones”--- y el aprendizaje urgente de una forma colectiva y mayoritaria para influenciar creativamente ---“traer ese campo del caos hacia el orden”--- los campos magnéticos que están provocando el cambio.
Como es adentro, es afuera, sostiene finalmente el autor de Tiempo fractal. La creación de esta coherencia en el cuerpo dispara cambios bioquímicos que inician procesos de rejuvenecimiento, de fortalecimiento del sistema inmune, de creciente claridad mental y autocontrol. Virtudes indispensables para sobrevivir la época. Si las concede la coherencia, cuánto mejor.
Signos de los tiempos, dice la Biblia. Estamos fascinados por el pronóstico del final. Pero ello es en cuanto a la cultura humana y sus ideas sobre el mundo, sobre la duración ---el éxito, la ideología más falsa en circulación. Así no puede haber intemperie porque lo existente se basa en la perentoriedad. Igualmente radica en la interdependencia, aquel aleteo de mariposa asiática que crea una tormenta a la distancia. Inicia aquí, estalla allá.
El corazón secreto del reloj, decía Elías Canetti. Braden propone hacerlo público, desarrollarlo personalmente, sentir intencionalmente, y así intervenir desde las conciencias los campos magnéticos de un tiempo real que avanza hacia la cita del inminente invierno dentro de dos más, hacia esos filamentos del centro de la galaxia que tocarán la Tierra otra vez desde hace 5, 125 años. Tocarse el corazón uno mismo, tocar el corazón de los otros: la estrategia propuesta para modificar el final. El mundo es un lugar tan misterioso que bien puede pasar.

Fernando Solana Olivares

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