Friday, July 23, 2010

USTED Y LA MÁSCARA / y II

Dejar de ser como se es. Este texto, y el libro que eventualmente integraría, está dirigido a todos aquellos que acepten la necesidad moderada o urgente de lograr un cambio personal. Ello requiere sentirse insatisfecho con uno mismo. Así que si usted cree estar muy contento con su persona, lo que sigue no le servirá. Pero a pesar de su autofascinación, quizá usted experimente momentos donde su vida y sus mentiras vitales no impiden que se sienta vacío, como si estuviera en medio de un desierto emocional y fuera habitante de un mundo duro, ajeno y aburrido. Entonces siga leyendo, porque su conciencia es como la de todos: está condenada a la infelicidad. Propóngase el asunto como una cuestión de energía: si todo su tiempo biográfico ha estado ocupado en la construcción de su persona, ayudado por la familia, la escuela, los amigos, ¿por qué no dispone de un poco de su energía diaria y la emplea en decirse a usted mismo que es generoso si es avaro, valiente si es miedoso o sereno si es ansioso? Las palabras hacen maravillas, todo defecto contiene como su reverso a la virtud y éste es un primer paso, un pequeño antídoto contra el tóxico mental que su persona se administra frecuentemente diciéndose quién y cómo es.

Los riesgos y las ventajas. Aunque usted puede engañarse y seguir siendo avaro, miedoso o padecer de ansiedad, por más que se repita muchas veces al día lo contrario. ¿Cómo lograr, entonces, que las palabras modifiquen su conducta, que supriman aquellos malos hábitos que padece y disuelvan tantos irritantes psíquicos como suelen llegar a su mente para después convertirse en sentimientos y conducta? Incontrolados, además, porque usted logrará, si tiene suficiente entrenamiento en el autodominio, reprimir la conversión de sus pensamientos en conducta, no es capaz de evitar que surjan en su mente y en su corazón. De todas maneras, cambie el lenguaje con el que se habla a usted mismo. Tal vez haya aceptado ya considerar la idea de que la persona que llama usted se construyó con un lenguaje, ciertos términos, un modo de hablar. Usted debe saber cuáles son, no me pida a mí que se los diga. De ahora en adelante cámbielos, aunque sea esporádicamente. Mucho le servirá.

La máscara de la persona. Resumiendo, usted es un individuo que lleva una máscara a la que llama su persona. Un día su conciencia dijo “yo soy yo” o bien “yo no soy eso”. Desde entonces usted viene reiterando su distancia ante la gente y las cosas ---cada vez que reafirma su identidad, cada vez que utiliza el lenguaje, cada vez que establece comparaciones y diferencias mentales---, aunque actúe más o menos como si esto no pasara. La reiteración de esa distancia lo vuelve infeliz porque lo aísla, igual que a cualquiera. Aunque usted, como casi todos los demás, viva inmerso en grupos y entidades que le ofrecen un sentimiento de pertenencia: la pareja, la familia, el club, la empresa, el equipo, el país. Pero más allá de ellos usted está solo, observando y sintiendo el mundo desde su propio interior. Esta es la causa de que ninguna plática entre varios adultos tolere con naturalidad aquellos momentos cuando surge el silencio en la conversación: los participantes se sienten incómodos. Se dice que es entonces cuando aparece una “falla básica”, la que sufre toda conciencia humana: el sutil pero poderoso recuerdo de cuando el mundo y los otros no eran externos y ajenos a uno sino la extensión y el complemento de cada quien.

El obstáculo a superar. Se trata de salir del laberinto construido por su propia persona, se trata entonces de habituarse a salir de ella. Pero nunca olvide que saber irse es poder regresar. Digámoslo así: quien no aprende a regresar al lugar donde vive se extravía. Eso le sucede a aquellos que pierden la razón: no vuelven a ellos mismos. Así que usted debe aprender a ir y venir de un discurso interior que lo tiene aprisionado y cuyo concepto principal es “yo”. Parece una tarea simple pero es compleja, y representa la única vía por la que puede obtenerse la metamorfosis personal. “Salir de sí, buscarse entre los otros”, como escribiría el poeta. Por el contrario, usted ni se busca ni se encuentra entre los otros: más bien se protege de ellos. ¿Quiere curarse de ese agudo sentimiento de distancia? Comience con quienes tiene más a la mano y haga aquello que antes se decía en el lenguaje popular: “póngase en mi lugar”. Sí, póngase en el lugar del otro. O cuando menos, inténtelo en cualquier situación. Desde luego, es relativamente más fácil hacerlo con los que se tienen ligas afectivas o identificaciones emocionales y mucho más difícil con los adversarios y los desconocidos. Por eso tiene más mérito hacerlo con éstos. Un principio del aprendizaje en hacer excursiones mentales fuera de usted y volver sano y salvo a su interior radica en su capacidad para intercambiarse con los demás, aunque sea por algunos instantes. Recuerde que si usted se hizo a sí mismo en gran medida, usted también puede rehacerse. Todo consiste en que se esfuerce consistentemente para desarrollar una psicología de la mutabilidad. Así se volverá más ligero, superará su esclavizante sentido de importancia personal y suavizará su ego, esa hipótesis inútil. Sólo requiere usar su imaginación: “yo soy otro”, dígase de cuando en cuando; o “yo soy él”, y actúe en consecuencia; o “yo es otro”, si usted está francamente dispuesto a quitarse la máscara. Y no crea que estos alcances son inusuales o inaccesibles. Cualquier momento de atención plena al instante presente representa un olvido de sí, como un niño cuando juega.

Fernando Solana Olivares

1 Comments:

Blogger Mary Alberú said...

Genial, al menos "Usted y la Máscara I"; Reconocernos en los demás, ponernos en su lugar: el ejercicio mismo supone mucho autodesprendimiento; cuesta un montón de trabajo pero también da una sensación de agradable liviandad cuando de verdad se echa a andar. Ahora voy con el "II".

7:34 AM  

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