Friday, January 07, 2011

LO QUE ESTÁ CLARO.

Dos lectores de esta columna atentos y generosos me han pedido que abunde en el tema del espíritu. Una tercera lectora sugiere que mi postura es una especie de religiosidad disfrazada. Y un cuarto lector de plano me desaconseja seguir en tal asunto: la modernidad científica ha puesto en su lugar cuestiones tan “irracionales”, afirma, como aquello que se denomina metafísico, pura superstición según él.
Si racional es aquello que mantiene la promesa, conforme señala Francesco Alberoni, e irracional es todo lo que promete y no mantiene lo prometido, entonces nada resulta más irracional que la racionalidad materialista moderna y su cauda de promesas de realización, liberación y felicidad humana incumplidas. En cambio lo metafísico, se entienda como se quiera (o como se pueda), mantiene siempre la promesa de mostrar otra realidad: tal es su paradójica racionalidad, si es que hiciera falta usar dicha categoría para explicar aquello cuya condición es el misterio, es decir, lo que excede a la razón.
Diré entonces lo que está claro, desde luego no solamente para mí sino para otros muchos, así no seamos todavía tantos que podamos dar un vuelco radical ---cultural, civilizacional, ético--- a esta oscura desbandada colectiva del tiempo presente hacia ningún lugar: 1. El Espíritu existe, y lo espiritual, la dimensión en la que se manifiesta, también. Está aquí entre nosotros, en todos los niveles de la existencia del sujeto ---físico, mental, emocional, social, cultural y, desde luego, espiritual---, y no es propio de los especialistas (sacerdotes, ministros, santones) ni de los sitios especializados (templos, santuarios, lugares consagrados), aunque hayan pretendido históricamente ostentar su monopolio y ejercer políticamente ese poder. 2. Como todo proceso de la conciencia humana, el encuentro de lo espiritual tiene que ver con el lenguaje: postular verbalmente su existencia es el comienzo del contacto cognitivo con esa dimensión. 3. Algunos le llaman una multiplicación del punto de vista, otros lo denominan un reencantamiento del mundo. Representa una manera de relacionarse con los fenómenos de lo real que de tal manera trascienden su sentido inmediato, vulgar y rutinario para convertirse en lo otro de lo mismo. 4. Por eso se dice que observar significa rodear un objeto. Hacerlo es una psicología de la mutabilidad: dejar los puntos de vista fijos e inmóviles para mirar simultáneamente desde aquí y desde allá, para salir de sí y aprender a ver la multiplicidad. Resulta, en principio, un ejercicio de la imaginación. 5. La estrategia que lleva al encuentro del espíritu es el desarrollo de una psicofisiología de la atención. Exige silenciar el diálogo interior, desterrar de la mente el pensamiento inútil y discursivo, extinguir los irritantes síquicos de la avidez, el odio y la ignorancia, acallar la traducción mental que el ego constantemente hace del mundo. 6. Los magos no cambian el mundo sino la manera de mirar el mundo. Quien crea, con el sabio escolástico, que habita en un mysterium tremendum, tal como es todo lo existente, comenzará a preparar su sensibilidad espiritual. 7. “Si aquellos que os guían os dicen: mirad, el Reino está en el cielo, entonces los pájaros del cielo os aventajarán, si os dicen que está en el mar entonces los peces os aventajarán. Pero el Reino está en vuestro interior y fuera de vosotros. Cuando os conozcáis, entonces seréis conocidos y sabréis que sois los hijos del Padre que está vivo. Pero si no os conocéis, entonces estaréis en la pobreza, y sois la pobreza.” Evangelio según Tomás. 8. Así debe entenderse la frase socrática del “Conócete a ti mismo”. No como el superficial y egocéntrico psicologismo de la modernidad occidental que se aplica a la persona (la máscara) episódica en cuanto a sus particularidades intrascendentes y relativas, sino como el empeño para descubrir aquellas zonas selladas de la psique que contienen la dimensión espiritual, ese “Reino” que está en el interior de la conciencia humana y fuera de ella. 9. Las religiones monoteístas han servido para reducir el espíritu a una narrativa antropocéntrica y racionalista, lo mismo que para justificar la explotación y conquista tanto de otros seres humanos como de la naturaleza existente. Su dios es instrumental, materialista y pragmático. Contiene más verdad objetiva aquel politeísmo pagano que se expresa en el dicho japonés budista: “Montañas, ríos, pastos, árboles y animales, todas las cosas vivientes, alcanzan el Nirvana”, la condición iluminada del Buda. 10. El arte verdadero ---el que con-mueve--- es un camino adyacente para conocer el ámbito del Espíritu. Por eso los seres humanos hacemos arte, para no morir de realidad plana, unidimensional. 11. Este es el problema del sujeto histórico de la modernidad materialista: creer que solamente existe esta vida y olvidar los múltiples escenarios donde sucede la realidad. Quizá nuestro analfabetismo simbólico sea el impedimento para saber que lo que vemos, vivimos y sentimos solamente es una interpretación, pero que hay muchas otras a la vez. 12. El Espíritu ha vuelto a la reflexión política, intelectual y científica posmoderna: no solamente es un tópico emergente sino el punto gatillo de una nueva (y tan antigua) consideración donde se está gestando una forma distinta de civilización. Es original porque vuelve al origen: la materia sólo es una manifestación de lo real.
La claridad de todo lo anterior, su condición concreta, no deja de ser una abstracción. Y si no es cierto, de todos modos es verdadero, un campo semántico que no tiene fin.

Fernando Solana Olivares.

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