Friday, January 14, 2011

LOS EXTRATERRESTRES.

Eso vendría a simplificarlo todo. Y lo complicaría también. Llegaron los marcianos: noticia (científica) de última hora. O pueden llegar, como afirma el artículo de John Zamecki y Martin Dominik, profesores de la Universidad de St. Andrews en Philosophical Transactions —extraño nombre—, donde advierten que los gobiernos deben prepararse para “un posible encuentro con una civilización extraterrestre que podría ser violenta”, informó la agencia EFE el 10 de enero.

La modernidad conoce todos los guiones posibles de tal encuentro. Aquella tarde de 1938, cuando Orson Welles radió La guerra de los mundos en tiempo presente y espantó a las masas que salieron a las calles creyéndose invadidas por alienígenas, comenzó su masificación; pero hay alienismo ancestral y los libros originarios de los pueblos dicen venir de las estrellas. Un libro malo muy exitoso del olvidado autor Von Daniken, Recuerdos del futuro, o algo así, consignaba una larga lista de efigies, textos e imágenes perturbadoramente espaciales, de visitantes cósmicos y visitados terrestres, presentes en mucha, si no es que en toda, la cosmología tradicional.

Entonces, los alienígenas estarían por llegar. El problema del otro, siendo el problema central de la raza humana, crecería al cuadrado: el otro que ahora es otro otro y viene del cosmos, evaporando de golpe la preeminencia universal humana inventada por la racionalidad antropocéntrica y sus muchas doctrinas. Si todo nuevo estado absorbe las circunstancias del estado anterior, esa primera otredad (o alteridad, técnicamente) con los demás seres humanos quedará absorbida ante la segunda otredad doble y exógena. Pues una guerra mayor absorbe las guerras regionales, actúa como modificador extraño e inesperado. Así pues, si los marcianos se presentan el tiempo humano cambia a un antes y a un después.

Y según Zamecki y Dominik, “las formas de vida que conectarían” con nosotros, de seguirse el patrón evolutivo darwinista a escala universal, compartirían nuestra tendencia a la explotación de los recursos y a la violencia. La guerra de las estrellas. ¿Qué harían, en caso de conflagración cósmica, los ejércitos del crimen? ¿Pelearían contra ellos, se pondrían a su servicio, los acabarían corrompiendo? Y las naciones, ¿todas responderían igual? WikiLeaks en el espacio.

El cambio de escala del escenario es sumamente interesante: medicina para la peste humana. Los extraterrestres deben tener una teología, una filosofía, otra otra narrativa, que expanderá la humana, la curará de sí, le quitará lo aldeana, lo auto-referencial. Su idea de dios, de haberla, restauraría la dimensión de la idea, que los humanos sabíamos pero racionalmente olvidamos: el concepto era universal. O no, y nos encontramos con un ateísmo, con el azar cósmico. Pero nos encontramos.

Y con una violencia superior. La ominosidad estriba en el parecido: son como nosotros, y tienen la ciencia para llegar hasta acá con intenciones negativas, dominadoras, agresivas. El artículo, según el despacho de prensa, no aporta ninguna demostración fundada de la advertencia de los dos profesores. Lo dejan a la imaginación de los lectores, lo siembran en ella. ¿Para qué? ¿En efecto puede pasar? ¿Está pasando ya? ¿Pasó tantas veces y desde hace tanto tiempo que por fin se hará público? ¿Es una profecía autocumplida más —un nuevo set para entretener a las audiencias tardomodernas?

Una sencilla cuenta demuestra la imposibilidad matemática de estar solos en el universo y de ser los únicos seres conscientes en él. La posibilidad es más que pensable: parece una verdad objetiva. Si el universo es conciencia en él hay innumerables conciencias: los múltiples estados del ser, los llama Guénon. Cuando el parecido es el problema, también es la solución. Toda conciencia es quien puede decir yo, en ese pronombre ya está contenido el tú, entonces toda conciencia eventualmente comprende al otro. El diván de Freud hoy flota en espacio: uno siempre es otro para los otros, bastante más si no son de aquí.

Tómese en cuenta que toda guerra es un diálogo. Acudiendo a la historia —el único espejo que proyecta cómo será el futuro— se confirma que todos los encuentros humanos interculturales fueron brutales, muy violentos. Eso debe multiplicarse a una escala universal. Por eso nuestros investigadores apelan a la ONU: ya debe prepararse para la eventualidad. Será digno de verse. ¿Qué harán, por ejemplo, los crueles sionistas, los terroristas islámicos, los sicarios de los cárteles, las guerrillas narcas? ¿Enfrentarán al agresor?

Y nosotros, los de todos los días, ¿qué haremos? ¿Hablar en susurros de cuando la invasión aún no sucedía y nuestros problemas eran aniquilarnos, arrematarnos entre nosotros? ¿O entregarnos a la paranoia de los extraterrestres que se parecen a los seres humanos y los pueden suplantar? ¿Los marcianos tendrán un Mozart, un Miguel Ángel, un Warhol, un Einstein, un Flaubert, un Zapata, un Lennon? Si esto llega, llega la trans-historia. No sé por qué, pero no deja de parecerme toda una salida, o más bien, la salida de la trampa mundo-humana. Puede ser durísima, una prueba definitiva, pero cuán interesante, y ya decían los chinos: que vivas en tiempos interesantes.

Así se cumplió el guión de la industria del entretenimiento. Aunque la verdad es la verdad la diga Agamenón o Hollywood, su porquero. La amenaza extraterrestre toca a la puerta de la civilización humana. Mientras toque amablemente todo irá bien. Si la derrumba violentamente no. Irá hacia otro momento del drama teatral del cosmos, cuando llegan otros mundos.

Fernando Solana Olivares

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