Sunday, February 05, 2012

NUESTRAS CONTAMINACIONES / y II.

El budismo no es otra cosa que un vehículo necesario o un método específico para alcanzar una determinada condición. Uno de sus libros esenciales, definido por los estudiosos occidentales como “la joya de la literatura budista”, el Dhammapada (literalmente “camino de la verdad”), inicia la primera de sus estancias o versos de este modo, en traducción del poeta Alberto Blanco: “Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo. Habla o actúa con mente impura y los problemas te seguirán como sigue la carreta al buey ensimismado”.
Tal énfasis en la condición mental del individuo como el factor principal y determinante de su existencia cotidiana y concreta, del sufrimiento e insatisfacción de la misma y del proceso operativo que conduce a su eventual transformación, es único en la historia religiosa o espiritual que conocemos. Ninguna otra doctrina contiene una metodología empírica y personal parecida para que se comprendan, y así se desmonten, los presupuestos culturales admitidos acríticamente, aquellas proposiciones hegemónicas acerca del modo en que supuestamente funciona el mundo, eso que Greil Marcus llama “estructuras ideológicas percibidas y experimentadas como hechos naturales”.
Y asimismo para conocer y superar las estructuras cognitivas que se imponen automáticamente en el proceso de percepción y lo contaminan con elementos provenientes de la mente de aquel que percibe. Las cuatro Nobles Verdades budistas condensan, entre otras cuestiones esenciales, la enseñanza ---o “la transición”, como le llama Alfredo Aveline--- que permite pasar de una búsqueda externa en el mundo hacía una exploración interior de la mente, constructora invariable de la experiencia existencial que tomamos como ya dada por el mundo “exterior”. En la preceptiva budista, según explica este autor, no hay diferencia sustancial entre las opciones cognitivas internas o externas, “porque toda experiencia concreta es siempre mediada por la mente, siendo en suma una experiencia mental abstracta también”. De ahí que el budismo no distinga, al ser comprendido lo anterior, entre realidad “externa” e “interna”, pues ambas están fundidas y objetivamente son indistinguibles.
El término “contaminación” es utilizado en el sentido de “perturbación involuntaria y automática del proceso de comprensión, debido al surgimiento de ideas e imágenes mentales provenientes de experiencias anteriores y que atribuyen sentidos cognitivos previamente condicionados a las experiencias sensoriales y abstractas de la mente humana.” La memoria responde a patrones asociativos, de ahí que veamos lo que siempre vemos, vivamos lo que siempre vivimos, sintamos lo que siempre sentimos. Acaso pensando en ello fue que Albert Einstein mencionó aquella locura humana que pretende cambiar las cosas actuando, sin embargo, como invariablemente lo acostumbra hacer. El budismo tibetano afirma que caemos en los mismos agujeros simplemente porque frecuentamos una y otra vez la misma acera.
Atribuimos una realidad concreta única a aquello que surge en nuestra mente a partir de los estímulos sensoriales. Asumimos automática y condicionadamente que lo percibido existe en sí mismo, más allá de nuestra percepción, con la cual no creemos que interactúe, es decir, no advertimos que nuestra percepción es una “forma condicionada de relación con un objeto”. El ejemplo de ello se desprende del mundo psicológico: un maestro ve alumnos, un vendedor clientes, una madre hijos, un marido a una esposa. Al proceder así, cada quien opera en “cuadros referenciales” específicos, en contextos cognitivos adecuados a la función que se está cumpliendo pero a fin de cuentas parciales.
Si aquello que es percibido lo es por la mente, el budismo propone un método para conocer, formar y liberar la mente, pues afirma que si ésta es comprendida todas las cosas lo son. El sendero operativo se compone de actitudes morales y mentales que deben desarrollarse simultáneamente por el practicante, el llamado Noble Óctuple Sendero: recta comprensión o visión, recto pensamiento o motivación, recto modo de expresión, recta acción, recto modo de vida, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración.
Esta es la llave que abre la puerta de la transformación personal y permite el único milagro que el budismo reconoce, el cambio de actitud. De ahí que Dogen, uno de los patriarcas históricos de budismo Zen, haya dicho: “Estudiar el camino del Buda es estudiarse a uno mismo. Estudiarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es actualizar la totalidad”. Actualización que requiere no la creencia narcotizante sino el conocimiento empírico, no la afirmación dogmática sino la comprensión crítica, no el extravío personal en nebulosas instancias metafísicas sino el esfuerzo concreto y el autodominio en la vida cotidiana de cada quien. Nadie salva a nadie: tal logro es una tarea intransferible y específicamente individual que se realiza en la experiencia directa del practicante para superar las restricciones perceptivas del pensamiento que interpreta equivocadamente, discrimina y divide la realidad.
La creatividad significa cambiar, poner en duda, transformar el punto de vista propio que llamamos percepción: psicología de la mutabilidad. Desarrollar una mente controlada pero flexible significa comprender que este mundo es relativo y que en él no hay dolor que evitar ni placer que buscar. Solamente experiencias cognitivas determinadas por su interpretación.

Fernando Solana Olivares.

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