Saturday, March 02, 2013

LA PUERTA ABIERTA / II.

Diría Albert Einstein, citado por Juan Carlos Monedero en su glosa del pensamiento innovador de Boaventura de Sousa Santos, que “lo que caracteriza a nuestra época es la perfección de los medios y la confusión de los fines”. La búsqueda de sentido en un mundo que carece de él es lo que algunos pensadores (Prigogine, Wallerstein) llaman traducción: interpretaciones nuevas sobre circunstancias imperantes cuyas perspectivas de bifurcación o cambio ya están inscritas en las mismas condiciones iniciales que les dieron origen: “como si el hielo que se resquebraja ---explica Monedero--- dejara leer en sus múltiples fracturas un camino alternativo que permita salir del naufragio del presente”. Dicha tarea de traducción es el empeño principal de la sociología de las emergencias propuesta por Santos: “crear las condiciones para emancipaciones sociales concretas de grupos sociales concretos”. También lo es de la teoría crítica que propugna, aquella donde se afirma que lo que existe no agota las posibilidades de la existencia, y la cual tristemente no vemos porque pensamos mal o simplemente no pensamos, por ello somos indiferentes ante el mundo que nos rodea y sus muchas devastaciones cotidianas. Entre ellas, la existencia de las sociedades contemporáneas definidas por Santos como “democracias de baja intensidad” ---en las que el nivel de participación popular siempre está por debajo del nivel de institucionalidad---, pero operativa y mentalmente fascistas porque generan y aceptan condiciones sistémicas de exclusión, de violencia y autoritarismo crecientes. No se trata de regímenes políticos sino de regímenes sociales que combinan la democracia de baja intensidad con dictaduras plurales en las relaciones sociales, económicas y culturales. Este fascismo social, escribe Santos, “consiste en la emergencia de relaciones de tal modo desiguales que los grupos sociales dominantes adquieren un derecho de veto sobre la vida y las expectativas de ciudadanos y grupos sociales oprimidos. Los ciudadanos desposeídos son formalmente libres e iguales, pero viven su cotidianidad como siervos. El fascismo social no es un régimen político sino un régimen social y civilizatorio; promueve la democracia representativa al mismo tiempo que destruye las condiciones del ejercicio efectivo de los derechos democráticos de las grandes mayorías”. Y cuando menos en cinco ámbitos opera esta nueva forma de autoritarismo integral, distinta en apariencia a los movimientos fascistas de los años treinta del siglo pasado pero idéntica en su sustancia excluyente y dictatorial, según los resume Monedero siguiendo a Santos: 1. El fascismo del apartheid social, el cual crea zonas salvajes en los barrios pobres y zonas civilizadas en ciudades fortaleza rodeadas de cinturones de miseria. Se trata de un mismo Estado amable en unas zonas y brutal en otras, que convierte dicho estado de excepción en una regla para los miserables mientras otorga una bula de exoneración a quienes detentan el poder. 2. El fascismo de un Estado paralelo, cuando el mismo Estado opera la represión de aquellos grupos o individuos que cuestionan el orden existente mediante los pactos policiacos con el crimen organizado, la persecución ilegal de la disidencia o el uso secreto del aparato judicial para silenciar cualquier oposición. 3. El fascismo paraestatal, que comprende la disposición del Estado para dejar el espacio libre a particulares en dos vertientes: el fascismo contractual que permite la privatización de bienes públicos, las subcontrataciones sin control legal o ciudadano y la indefensión colectiva ante los contratos de trabajo, y el fascismo territorial que admite y alienta la existencia de zonas controladas por poderes fácticos no estatales. 4. El fascismo de la inseguridad, consistente en el riesgo cotidiano que genera la precariedad laboral y en el desasosiego existencial por vivir en medio de condiciones que no pueden controlarse. Además de servir para la criminalización de grupos que defienden su territorio y su forma de vida como los indígenas, o sus puestos de trabajo como los obreros y empleados, representa el fomento del miedo “convertido en instrumento esencial de la gestión política”. Y el quinto de ellos, origen de los otros cuatro, el fascismo financiero, el horror de la economía de casino, que tendrá que verse en la próxima entrega de esta columna. Junto con las alternativas para vencerlos y construir así un nuevo orden civilizatorio. Fernando Solana Olivares.

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