Friday, September 13, 2013

NOLI TIMERE.

Pura López Colomé está muy triste, con el alma desolada, pues el 29 de agosto murió su capitán Seamus Heaney y no pudo ir a despedirlo. El cortejo fúnebre viajó desde la iglesia del Sagrado Corazón de Dublín a Bellaghy, el pueblo de Irlanda del Norte donde sería enterrado el laureado poeta junto a los suyos. En Afluentes, luminoso libro de ensayos de Pura, el primero de los cuales es el portento prosístico “Seamus Heaney. Indulgencia plenaria: Isla de las Estaciones”, acaso aquel viaje luctuoso no hecho a Bellaghy haya quedado hecho ya. Somos intérpretes de interpretaciones. Unas mucho más agudas que otras, más penetrantes y reveladoras, verdaderas. Velos que descorren velos que van haciéndose traslúcidos, poco a poco transparentes. En cuanto a la profunda relación literaria y emocional entre Heaney y Pura, quizá deba hablarse de una identificación fundada en largos y aventurados patrones de interpretación compartida, un destino gremial común, el de las metamorfosis de la palabra y sus alcances estéticos y espirituales. El maestro y la aprendiz-poeta-traductora-ensayista, el viejo y la joven, ella misma una maestra, viven un encuentro cuyo sentido está tanto en el canon del lenguaje, la escritura y el tiempo, como en la estructura básica de la dualidad creativa que simbólicamente representan: un par de opuestos complementarios que alcanzan la unicidad. Misterio tremendo es la vida, o “las cosas que uno ve”, escribe Pura en un capítulo de su ensayo aquí inabarcable, pero citable por excepcional. Un botón de muestra, como la autora misma señala y traduce de la obra poética de su amado Heaney, hombre de letras tan amable merecedor de amor: “Qué raro ver que las cosas más afuera, una vez sentidas, / Se convierten en cosas conocidas de antemano; / Y cómo lo hallado es manifiesto / Sólo a la luz de lo recorrido.” Esa es la unicidad obtenida, un cuerpo poético que se construye entre la lengua irlandesa del poeta predecesor, arraigada en el gaélico y el celta, en su amado latín, y la lengua española de la traductora intérprete, multilingüe y lingüística, mujer que sabe lenguaje pues aprendemos a hablar en la lengua de nuestras madres, el lenguaje es una sustancia femenina y el habla nos habla a través de ella. Para qué poesía en tiempo de tribulaciones, preguntó Hölderlin, un poeta cuya locura fue dispuesta por el dios Apolo. Luego Adorno dijo que la poesía estaba destruida por las atrocidades del siglo. Después llegó el poeta Celan y usó el “tú” para anunciar que la poesía seguía viva: arma cargada de futuro, escribiría Celaya, uno más. Este tema simplemente no existe cuando uno lee a Pura traduciendo e interpretando a Heaney, haciendo la hermenéutica de una obra que trasladó antes a su lengua española, también edificada de latín. La poesía es “Las cosas que el espíritu nivela”, como titularía el genio literario de la autora un capítulo de su ensayo sobre El nivel, un libro de Heaney traducido por ella por primera vez al español entre otros más. En ese texto, la poeta indagante del poeta irlandés, la hermeneuta medúsica que sabe latín, indica que la obra contiene “obvias connotaciones espirituales” y “puede implicar un recorrido del encierro meditativo y la relación con Dios, al ámbito de la ironía con mayúscula.” Las obras de Heaney se ocuparon del espacio rural irlandés, de la niñez entre las maravillas de una geografía fantástica, de las revueltas irreductiblemente irlandesas en su Norte natal, de civilizaciones pasadas por el cincel del tiempo, del panteísmo celta y la dimensión gaélica, de la fe católica y el amor inmutable de lo familiar, informó la prensa en sus crónicas luctuosas sobre la muerte del poeta. Artistas, escritores, roqueros, académicos y gente del pueblo se reunieron para celebrar el rito de pasaje final en la iglesia del Sagrado Corazón, un símbolo pre cristiano identificado con el centro del mundo, con la copa o el vaso del centro del ser, humano y divino al mismo tiempo. Pura está muy triste. Aunque Seamus Heaney, su capitán, también le envió a ella un último mensaje, escrito en su amado latín: Noli timere, No tengas miedo. Umbría por la pena, ella se hará de nuevo en el dolor de la pérdida. Reificaciones interiores. El dolor permanente no existe, el dolor profundo sí. Debemos poner en práctica las últimas palabras del rapsoda Heaney: no tener miedo, pues como dicen en un pueblito parecido y antípoda del suyo: y qué le hace, al cabo y qué: no pasa nada, no somos de aquí. Fernando Solana Olivares.

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