Friday, April 06, 2018

SOBRE NUDOS Y ALTERACIONES

El conocimiento se funda en una vieja cláusula que ha nutrido siempre el proceso creativo. Séneca la trasmitió así: “Mío es todo lo que fue bien dicho por cualquiera”. Uno se alimenta de los otros enunciados para construir los propios, que serán tomados a su vez por otros más y alimentarán un decir lingüístico humano que así se va haciendo. Del mismo modo, las personas son un sistema de relaciones, que introyectan a varias generaciones familiares ---dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos--- en ellas mismas. Si las siete mujeres y los siete hombres de tales generaciones anteriores son esas familias felices mencionadas en Ana Karenina, las cuales todas se parecen en su bienestar, representan un recuerdo emocional amparador y confortable. Si corresponden a las familias infelices, aquellas que Tolstoi dice que practican cada una su propia manera de la infelicidad, significan algo más complejo que a veces puede resultar irreparable y alcanzar la locura desatada por los fantasmas que habitan el interior de la conciencia. Dichas familias han enterrado a sus muertos los unos en los otros. Cuando se hace un intento serio de pensar hacia adentro un conjunto familiar de tres generaciones, la situación se vuelve insoportablemente compleja, afirma R. D. Laing. Las alteraciones de la identidad familiar son variadas. Uno es esposo, padre, abuelo, hijo, sobrino, primo. También es sus alteraciones pronominales: yo, tú, él. Lo mismo sus alteraciones familiares: las tantas otras personas que representamos para los nuestros. De ahí proviene además la relación de cada persona consigo misma, “normada a través de las relaciones entre las relaciones que comprenden el conjunto de relaciones que tiene con los demás”. Un sistema orgánico de este tipo (que la enfermedad mental puede volver mecánico) debe abarcar, para funcionar aceptablemente, un conjunto de piezas capaces de encajar unas con otras. Diría Laing que toda persona es un conjunto de alteraciones. La alteración es el otro, aquello en lo que se convierte uno para los demás, quienes se vinculan a nosotros como nosotros a ellos. Aun la propia persona vista al espejo a menudo ve a ese otro. Largo preámbulo para referirse a los nudos, un concepto desarrollado por Laing en su tratamiento e interpretación de la enfermedad conocida como esquizofrenia, en la cual quien la padece ha internalizado a nivel psicológico e existencial una situación familiar multigeneracional. Esa internalización de relaciones, después de tres o cuatro progenies, acabará formando un nudo indesatable que atrofia la psique y la obliga a una operación curativa que suele entenderse al revés, creyéndose que el comienzo del viaje esquizofrénico es manifestación de la enfermedad cuando es el necesario inicio de su solución simbólica y psíquica. Laing, un demoledor crítico de la camisa de fuerza conceptual del término esquizofrenia, propone otra perspectiva. La aparente irracionalidad del individuo declarado como tal encuentra su racionalidad en su contexto familiar de origen. De ahí la imagen del eslabón más sensible de la cadena que se enferma para cortar de una vez el proceso patológico familiar. Lo hace en nombre de todos y su curación, de darse, también será la de ellos. Llama “metanoia” (que significa arrepentimiento, cambio de opinión) a la sucesión del proceso en su comienzo, parte media y final. Un viaje hacia adentro y hacia atrás, hasta llegar a un punto decisivo en que el viajero regresa curado. Y afirma que en su larga experiencia clínica nunca ha visto darse esta metanoia en las familias ni en las clínicas mentales. Por eso participó en la fundación de Kingsley Hall, una casa de salud (o contra-hospital, según Cooper, otro médico antipsiquiatra) donde se cambió el regimen médico deconstruyéndolo: los tranquilizantes fueron administrados a los médicos y enfermeras, si fuera necesario, y se dejó a los “pacientes” en libertad de vivir su viaje metanoico con sólo dos restricciones: no atentar contra otros ni contra ellos mismos. Luego de la metanoia, cumpliéndose completa, sobreviene lo que se llama neogénesis. La sucesión muerte-renacimiento exitosa permite regresar a la gente en un nivel más alto que el funcionamiento existencial anterior. Las estadísticas de Kingsley Hall son casi absolutas en la recuperación psíquica de quienes ahí estuvieron. El sistema de salud estatal las interrumpió. Pero quedó demostrado que todo nudo se desata. Fernando Solana Olivares

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